domingo, 13 de enero de 2008

El hombre nunca debe de ser víctima de sí mismo, ni de los demás, ni de su historia.

Primero, nos han engañado los instintos, luego las ideas y, por último, nos han engañado las interpretaciones. Pobres hombres. Han sido engañados. Y ahora están resentidos de su propio tiempo y ya no lo toman en serio, como si se pudiesen enfadar con la historia y darle la espalda una vez que ésta ha calentado motores.
Bien, pues pensemos un poco el mundo y lo que ha sido de él. Para pensar el mundo hay que ser hombres, nada más ni nada menos. Ahora, no hay dioses ni héroes, ahora sólo estamos cada uno de nosotros, pero cada uno de nosotros con los otros, con los demás hombres. Y, como somos muchos, tenemos que creer en nosotros.
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